Ensayo de fenomenología pleistocénica

Pared pintada

Su hijo mayor ya había pasado los primeros cinco inviernos sin enfermarse, y le gustaba jugar con los demás niños a perseguirse, y recoger fruta y caracoles de los arbustos. Al verlo correr de un lado a otro entre las flores le recordaba a los pájaros, así que lo llamaba H’hiu-H’hiu. Su hija menor estaba todo el día colgando en su bolsa, pegada a su espalda, así que no la llamaba de ninguna manera. Sus otros dos hijos habían muerto cuando eran muy pequeños, los dos de fiebre. Nunca los llamó. A veces recordaba sus caras, pero no mucho más. 

Los días estaban calurosos, y había bastante comida. Aun así nunca tenía tiempo para jugar como lo hacían los hombres. Después de ir a buscar raíces, o fruta, o pescado, había que hacer martillos y flechas. Siempre se terminaban rompiendo, así que no estaba de más guardar unos pocos junto con las demás cosas. La cantera estaba bastante lejos, pero siempre estaban ahí las personas con quien más le gustaba estar. Ahí pasaban el tiempo cantando y hablando. Antes de que se escondiera el sol, había que preparar el fuego en la cueva.

Cuando la gente la llamaba, le decía H’han-gg, igual que a las ranas de los charcos, porque siempre estaba pensando, callada mucho rato, pero cuando hablaba hacía mucho ruido.

H’han-gg llevaba muchísimos días enferma, pero el médico era una persona bastante tonta, o al menos eso pensaba ella. Si bien sabía cuándo sajar la piel para que saliera pus y una vez le había arreglado una pierna que se le había roto, no era capaz de entender la enfermedad que tenía ahora. Piedras en el pecho.

—Eso no existe.

Pero ella estaba segura de que tenía piedras en el pecho. Si no, ¿por qué le pesaba tanto?

Su más buena amiga de la cantera se cayó al río y se murió. Empezó a ver más seguido a su hermano, que tenía un pie cojo y por eso prefería pasar más tiempo en la cantera. Le llamaban Tik-Tik, porque era el ruido que hacía con su bastón. No se conocían mucho, así que le contó lo que le había contado a todos los demás: que estaba muy enferma porque tenía piedras en el pecho. Tik-Tik se quedó pensando, callado mucho rato, y le dijo que tenía piedras-en-el-pecho

Escuchar esa palabra nueva le quitó un peso de encima. Literalmente. Como en un acto de magia del festival del valle, las piedras en su pecho desaparecieron por completo. 

—¿Cómo lo hiciste?

—¿Hacer qué cosa?

—Quitarme las piedras. —Y las piedras volvieron a su lugar, más pesadas que nunca. 

Él había tenido piedras-en-el-pecho hace años. Cuando era niño, no le llamaban Tik-Tik, sino Pies de Mierda. Cada vez que escuchaba ese nombre, su pecho sumaba un guijarro. El peso apenas lo dejaba levantarse. Tirado en el suelo, llorando, lo escuchó por última vez. Como en un saco desfondado, las piedras cayeron por todos lados, y lleno de una energía inusitada le abrió la cabeza de un bastonazo al niño que tenía enfrente. 

Fue esa noche a acostarse con la sensación de que estaba pasando algo muy importante. Las patadas de H’hiu-Hh’iu, que dormía a su lado, no la perturbaron en lo más mínimo; tampoco hubiera podido dormir. Estaba pasando algo importante, y las piedras-en-el-pecho tenían algo que ver. El peso de las piedras aparecía y desaparecía, con un ritmo propio que tampoco podía seguir. Se levantó, y fue a buscar algo de agua.

Tik-Tik recién se había despertado, y estaba comiendo algunos restos con otras tres personas. Conversando. Luego volverían a dormir.

—Quiero que conversemos. —Los otros tres se fueron a dormir. —¿Qué sabes sobre las piedras?

—Creo que son espíritus, o al menos se portan como espíritus. Con el tiempo, los aprendí a dominar. Si los llamas por su nombre, desaparecen. También existen las piedras-en-la-guata, y las serpientes-en-el-cuello.

H’han-gg sintió que la serpiente abandonaba su cuello. Tragó un cuenco de agua y sintió cómo pasaba libre hasta llegar al resto de su cuerpo. Ni siquiera se había dado cuenta de que un espíritu llevaba años estrangulándola.

—¡Eres mejor que el médico! ¡Hay que contarle a todos!

Por su parte, él nunca había reflexionado mucho en eso. Desde niño aprendió a controlar los espíritus, pero pensaba que eran un problema que tenía sólo él. Sólo buscaba y buscaba el nombre del espíritu que le curvaba su pie.

—¿Crees que los demás tengan espíritus también?

—Vámonos, los cuatro. En este pueblo son todos estúpidos, y yo tengo una idea. A mi hija la llamaré Alegría. Y todos me van a llamar Fuego, porque vamos a espantar a los espíritus.

Los colores de la cueva cambiaron. Hordas de pequeñísimos espíritus abandonaron su cuerpo, y el futuro se dibujaba claro en las paredes: Conocerían a las otras tribus, les ofrecerían su magia, curarían todas sus enfermedades ¡y los colmarían de regalos, suficientes como para vivir por lunas enteras sin preocuparse!

No tenían tiempo siquiera para pensarlo. En pocos días bajaban por el río los Cazadores-de-perezosos, y no los iban a alcanzar a menos que partieran ahora, y partieran ligero. Tomaron los bolsos y el bastón y partieron. Nunca más nadie escuchó hablar de H’han-gg ni de Tik-Tik.

Ingreso

Fichas clínicas de las viejísimas

05/05/2022
23:15

Ingreso

Nombre: M█████ J████ T█████ S█████████
Edad: 35
Dirección: [ ████████████████ ████, ███████ ]
Teléfono: +569[████████]
Profesión: Call center
Contacto COVID: no

Motivo de consulta: Agitación psicomotora

Anamnesis: Paciente sexo femenino, 35 años, sin antecedentes mórbidos relevantes. Traída por su madre, por haberla encontrado en la vía pública afuera de su casa, al rededor de las 17:30, gritando, muy agitada. Intentan contenerla en el domicilio pero parece no entender lo que le dicen y repite lo mismo una y otra vez. Por ese motivo la traen a esta urgencia. Niega antecedentes de consumo de sustancias ni patología psiquiátrica previa.

Al examen físico: paciente hemodinámicamente estable, afebril, vigil, parcialmente orientada en tiempo y espacio, pupilas iguales algo midriáticas pero reactivas con la luz. Faringe no congestiva, MP+SRA, RR2TSS, Abd BDI, EEII sin TVP, lesión por erosión 3x3cm en la rodilla derecha. Neuro: nada especial. Mental: Algo agitada pero sin requerimientos de contención por el momento. Repite que ve «luces brillantes», y que «todos somos uno». También menciona que «los niños la están llevando a jugar».

Cuando se le pregunta dirigidamente por estos niños refiere que «el cielo se abrió, de par en par», y luego de eso apareció «un color más blanco que la luz» que invadía todo su campo visual. Al principio «quedé ciega». Luego, «unas figuras como niños se empezaron a distinguir entre la luz, y se estaban riendo».

«Eran como siluetas, pero si ponía atención podía identificar sus rasgos claramente. Tenían los rostros de niños y niñas, y estaban diciéndome algo. Me fijé mucho en sus labios, porque al mismo tiempo me dí cuenta de que un zumbido constante tenía mi sentido del oído completamente bloqueado y no podía escuchar nada.

Me decían que me fuera con ellos, que fuéramos a jugar. Que en su mundo no había sufrimiento. Así que me adentré y me uní con la luz. Adentro habían más personas, y ahora podía distinguir sus colores y su ropa. No eran solo niños. Habían ancianos y personas de todas las edades.

Me explicaron que vivían en comunión, y que habían logrado un estado de existencia superior, gracias al sacramento de la comunión con Cristo. Y entonces lo ví entre la comunidad, al flaco mismo en persona. Con su barba y su pelo chascón, y me besó la frente.

Ellos hace tiempo dejaron sus cuerpos de carne y hueso, y viven en la dimensión de la energía mágica, que es un campo cuántico paralelo. No pueden cambiar los hechos en nuestras tres dimensiones, pero cuando alguno de nosotros logra comunicarse, la invitan a que se una al rebaño.

Conversamos por horas de temas que ya me estoy olvidando, y luego poco a poco la luz se fue desvaneciendo, hasta que no pude escuchar más sus voces.»

Después de eso, sintió la necesidad imperiosa de «ir a contarles a todos la buena noticia», así que se fue corriendo hasta la casa de su madre, y con el apuro, se tropezó y se golpeó la rodilla derecha.

Actualmente sin camas en el servicio de Psiquiatría, por lo que quedará hospitalizada en el Servicio de Urgencias hasta resolución por Gestión de Camas.

Diagnóstico:

  1. Primer brote psicótico

Plan:

  1. Hospitalizar en camilla 18
  2. Interconsulta a Psiquiatría
  3. Haldol 1 ampolla S.O.S (agitación)
  4. Curación plana rodilla derecha

Que nadie me venga con cosas, la relatividad general es una religión

Un viejecito bigotón

Ese viejecito simpaticón, siempre con la lengua afuera. Viejo pícaro. Viejo chascón. Viejo caperuzo. Harto inteligente que era el viejo. Que en 1915 dijo: espacio y tiempo son una misma cosa. También lo dijo por esos mismos años otro bigotón Minkowski, pero no es tan emblemático como el nuestro. 

Y fíjate que ese viejo llegó a una verdad de carácter cósmico. Dijo: esta es una propiedad de la realidad misma: todo cuanto existe está infundido de ella. Tal como las otras propiedades religiosas: Rojo Tios es espantoso, Dios está en todas partes, la rueda del samsara sigue girando. Y bueno, habrá que creerle, porque han accedido a ellas mediante esos métodos en que confiamos. Si yo conociera esos métodos podría llegar a las mismas verdades, ¿cierto? 

Más le vale que sea cierto, porque ahora yo tengo que vivir en un mundo en que la velocidad de la luz es constante y lo que varía es el espacio-tiempo mismo; y la masa, sin olvidarse de la masa, que hace quizás qué diablos con la curvatura de la estructura misma del universo. ¡Y actuar acorde, po! ¡Quizás qué consecuencias traiga cometer alguna herejía! 

Entonces que nadie me venga con ese cuento chino de que la relatividad general no es una religión. O pónle cosmovisión.

La Pasta

un codo de cobre

Me inspira esa expresión “la Pasta de algo”. Creo que viene de esa observación extremadamente aguja (otra expresión notable), de que hay estados de vida que son en algo similares a Estar en la Pasta (de la Pasta Base).

Hace poco, hoy mismo para ser preciso, me puse a pensar en la Pasta de seguir un movimiento político. Podríamos decirle la Pasta de la Militancia. Cómo esas personas empiezan a ver el mundo y sus mecanismos en función de esa Droga. Y la Pasta de la Religión, que empieza a moldear todas sus conductas, sus ideas, sus respuestas.

Esa adicción informe, esclavitud, la más terrible e infame de todas.

Tengo la suerte de no tener una adicción, que yo sepa. Salvo la comida, pero (y de manera completamente consciente de la ironía de todo esto) siento que son cosas distintas. Pero últimamente estuve expuesto a una de esas visiones de mundo tan totalizantes, que me hicieron estar a punto de Caer en la Pasta. Y darme cuenta de que es una Droga me salvó. La libertad de disfrutar el mundo sin los prejuicios de mi propia Pasta me la agradezco profundamente. 

Atentos, que pueden Estar en la Pasta.

Neurocuento en tres actos

Sonrisa, dientes, ojos achinados. Coincidentemente, emanado de un núcleo primate del centro del alma, la contracción de cierta musculatura facial. Inmediatamente, un cambio brusco afuera. Más sonrisas, más dientes, ojos más chicos. Y grititos agudos, suaves, agradables. “Agú”. Recompensa. Más contracciones. Más cambios, más sonidos. Tacto, caricias en todo el cuerpo. Más recompensa. A dormir, a guardar todo. 

Contracciones coordinadas de varias partes del cuerpo. Antes, eso produjo sonidos, ahora también. “Mmmmaah, mmm ah”. Una evocación. Mamá. Antes, eso se escuchó  junto con mamá. Un esfuerzo por repetir esa secuencia coreográfica de movimiento del cuerpo. Mover la faringe, los labios, el diafragma, sentir el aire salir, retumbar las cavidades: “mmmah mmah”.  Más evocación. Y, de pronto, un cambio brusco afuera, mucho movimiento. Sonrisas, dientes, ojos achinados. “¡Mamá! ¡Dijo mamá!”. Tacto, caricias en todo el cuerpo. Recompensa. A dormir, a guardar todo.

Una evocación. Mamá. No hay afuera nada. Se derrumba la expectativa. La angustia llamando a la acción, a explorar el repertorio, se está volviendo insoportable. Algo, de todas las opciones, se siente como lo único posible: gritar con todas las fuerzas. “¡Mah mah!”. Más evocación. Y de pronto, se cumple la expectativa. Mamá afuera. Tacto, caricias en todo el cuerpo. Recompensa al máximo. Puedo cambiar el mundo. A dormir, a planear. Hay mucho que cambiar.

11 chilenos

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Advertencia: Este artículo es alto en ñoñez.

Cuando lleno un formulario en línea y llega la parte de poner el RUN, mi espíritu ñoño se alegra cuando el formulario es lo más inteligente que puede ser, y a cada número que agrego, confirma si es correcto.

Esto se puede hacer a tiempo real y sin comprobaciones adicionales, porque el número verificador (el raya-7 o raya-8 o lo que sea) se obtiene a partir de los otros dígitos, siguiendo unas reglas matemáticas bastante sencillas. (Para los mega ñoños, el algoritmo completo está en Wikipedia.)

Entonces, en una de estas tardes oscuras de pandemia, se me ocurrió buscar a potencialmente 12 personas, del total de más de 27 millones de inscritos desde que existe el RUN. Son ellos los que, a medida que agregan su número, en ningún momento digitan uno inválido.

Mejor con un ejemplo: el menor de ellos, 27.200.001-8, que debe tener un año de vida o algo así, si nació en Chile, cuando escriba su RUN el software va a verificar primero 2-7 (válido), luego 27-2 (válido), luego 272-0 (válido), y así sucesivamente; todos los números RUN que escriba van a ser válidos.

Sin más preámbulos, la lista completa.

27.200.001-8
19.100.006-4
2.720.000-1
1.910.000-6
3.530.000-7
4.340.000-2
5.150.000-8
7.870.000-9
8.680.000-4
9.490.000-K

Son 11. Hay varios más, obviamente, con números menores de 1 millón. Son los que se generan con truncar los de la lista de derecha a izquierda. Pero todos ellos están muertos probablemente. Con 6 millones no hay ninguno, porque inmediatamente después de escribir un 6, se requiere una K. Gajes del oficio.

Aclaro que no sé nada de ellos. Espero que si alguno de ellos está vivo, y busca su RUN en Google, le aparezca esta página y bueno, si es que no lo sabe aún, aprenda algo del número que escribe varias veces a la semana.

Nada más. Eso era todo lo que buscaba con este artículo.

Post-data (solo para ultra-mega ñoños): la función en python que usé para generar los números verificadores.

def get_veri(s):
    verifinal = 11 - sum([ int(a)*int(b)  for a,b in zip(s.zfill(8), '32765432')])%11
    return {10: 'K', 11: '0'}.get(verifinal, str(verifinal))

La sensación de irreversibilidad del cagazo

Uno de los jurados refirió cómo él estuvo a punto de ahogarse; el otro relató cómo viviendo en el campo, en un sitio alejado de toda farmacia y de todo médico, envenenó a su propio hijo dándole por equivocación vitriolo en vez de bicarbonato de sosa. La criatura sucumbió, y el padre por poco se vuelve loco…

Anton Pavlovich Chejov. «Las sensaciones fuertes»

Me hace falta, mucha falta, en nuestro idioma español, un nombre, una palabra. El nombre para la sensación intensa, totalizante, de la irreversibilidad del cagazo recién cometido.

Lo recuerdo perfectamente. Había que sacarle el hielo al congelador. Había mil doscientas maneras de hacerlo; pero el troglodita interior también tenía que manifestarse. La necesidad de la herramienta paleolítica. El cuchillo como el cincel y el martillo la palma de la mano. La actividad segura. Nada puede salir mal. Cómodo. Lento pero seguro. Cada pedacito de hielo que se desprende me genera una satisfacción superior a reventar esas burbujas de plástico. Una y otra vez. Me atrapa.

—Sigue después.— No quiero. Estoy entretenido. —Deja de hacerlo.— No puedo. Estoy apunto de avanzar un poco. Va a ser glorioso. En algún momento voy a haber avanzado un poco más, y ya va a faltar tan poco, que solo me va a quedar terminar.

Y ese sonido.

Dura apenas un instante. Como una cámara de bici pinchada por un gran clavo. Pero ese sonido cambia el espacio y el tiempo. Cambia los colores del living. Cambia el ruido ambiente. Y me cambia, me cambia como el atropello de un camión gigante. Ese segundo de pura emoción más potente que una semana. ¿Dónde arrancar? La cagué. Irreversiblemente. ¡Un refrigerador completo, por la chucha! Nada que hacer. ¿Quién hubiera pensado que pasaba un tubito de mierda, justo por ahí? Me pican las manos. Conchetumadre. No quiero mirarte. —¿Qué pasó?— Ni siquiera sé bien.

Y ese segundo. Lo reconozco cuando lo veo. Cagazos me he mandado varios. Algo así como que se te rompa un huevo, pero la docena completa. Atravesar ese ventanal. Quebrarle esa patita a la hueaita esa, en vez de arreglarla, quedarse sin bici en el proceso. Pero me falta una palabra.

Preguntas

Una pregunta para los músicos:

¿Qué pasa con los Beatles?
Que primero te gustan,
y luego te aburren.
Pero después recuerdas por qué te gustaban.
Y luego recuerdas por qué te aburrieron.
Pero al final de todo estás con tu hijo,
y le pones los Beatles una vez más.

Y una pregunta para los viejos:

¿Cuántas veces te puede pasar?,
¿Te aburren al final,
o te gustan para siempre?
¿O aprendes a vivir con el hecho
de que siempre te han aburrido
pero los vas a escuchar hasta la muerte,
porque ahora son música para viejos?

Veneno

Cuando lanzaron la línea de ropa hecha con nanotecnología, que podía cambiar de forma, se produjo una revolución en la industria de la moda. Los diseños más osados seguían valiendo miles de dólares, pero se podían descargar digitalmente igual que una película, o una canción. Rápidamente esa tecnología empezó a encabezar los ranking de los artículos virales que buscaban los 10 mejores gadgets sacados de los comics y la ciencia ficción. Por su parecido evidente toda la gente le llamó el traje de Venom, aunque sus creadores nunca dejaron de llamarle por su nombre comercial, NeoSkin.

Cuando lanzaron el traje de Venom, casi nadie advirtió que sería una de las cincuenta maneras en que podíamos caer en el hiper-fascismo.

Los precios bajaron y millones de personas en el mundo tenían su traje nanotecnológico, y las tiendas de ropa empezaron a cerrar. Los escépticos eran cada vez menos. Cuando sacaron el modelo dos, que podía interactuar con los receptores tactiles de la piel, poca gente pudo prever que tendría aplicaciones más allá de los juegos de realidad virtual.

Pero no tardaron en aparecer aplicaciones para la simulación, la educación y la capacitación, y el uso del Venom se empezó a masificar aun más. Y nuevamente casi nadie pudo advertir que sería una de las cincuenta maneras en que podríamos caer en el hiper-fascismo.

Y un día los mil quinientos millones de trajes activos en el mundo recibieron una actualización de seguridad. Había que autorizarla personalmente, pero se trataba de un nuevo paquete de salud, por lo que tuvo buena aceptación. Una ola de arritmias, hipertensos y diabéticos de nuevo diagnóstico vino a revolucionar completamente los sistemas de salud. Un video viral de un traje, rojo y erizado, pidiéndole a la gente que se retirara del lugar, mientras le daba una descarga desfibriladora a su usuario inconsciente y le salvaba la vida, subió las acciones de la compañía de manera espectacular.

Y en la vorágine del entusiasmo y el optimismo por el futuro virtualmente nadie sospechaba que esa sería una de las cincuenta maneras en que podríamos caer en el hiper-fascismo.

Tampoco sesenta años antes, cuando algunos neurocientíficos predicaban en el desierto la relación entre las sensaciones viscerales y la racionalidad, alguien podría haber sospechado nada.

Cuando en una reunión ultra secreta del directorio de la compañía se les reveló a los mayores accionistas que existía una brecha de seguridad en el software, se decidió que exponer a dos mil millones de usuarios a un pánico innecesario era cruel y podía poner en riesgo la situación financiera global. Los técnicos no tardarían en lanzar un parche de seguridad obligatorio que se transmitiría como un virus, literalmente, a través de todo el planeta, resolviendo este vergonzoso problema sin que nadie se enterara. En esa reunión mucha gente sospechó que esa podría ser uno de los primeros pasos hacia el hiper-fascismo.

En Chile quince millones de personas decían usar su Venom “casi todos los días” o “todos los días”. En Estados Unidos trescientos cincuenta millones de personas hubieran respondido la misma pregunta así.

Al final todos negaron enfáticamente haber estado detrás de la última actualización de seguridad. Un patrón casi imperceptible de estimulaciones en la superficie del cuerpo generaba respuestas más o menos predecibles en el comportamiento de los sistemas simpático y parasimpático de la sensación de las vísceras. Angustias más intensas, carcajadas y lágrimas de felicidad podían acompañar un video sin que se sintiera la manipulación. Usando inteligencia artificial para etiquetar los contenidos se podía asignar emociones concretas a temas específicos. Pero eso sería muy burdo.

Una serie de patrones casi imperceptibles que alteraban el funcionamiento del sistema parasimpático de la sensación de las vísceras podía generar también un sentimiento epistémico, como la sensación de certeza, o de duda. Nadie podía sentir la diferencia, y pocos podían dudar del control de sus propios pensamientos. Si todos hubieran sabido, muchos habrían sospechado que ese sería uno de los primeros pasos hacia el hiper-fascismo. Pero cuando lo supieron, sintieron dudas.

La respuesta era completamente impredecible. La complejidad del cerebro humano no permitía llegar a controlar la mente de una persona individual. Pero bastaba con un empujón en la dirección adecuada, y millones de personas, por el puro caos dinámico de la situación, quedaron metidas en un embrujo. La brecha de seguridad en el software estuvo abierta durante tres meses. Pero los efectos en las mentes duraron muchos años.

Nuestra pequeña y secreta farsa

La primera de mis reseñas comenzaba con la pregunta: ¿qué tanto olvidamos nuestra calidad de bola de carne? Fue preciso detenerse en cierto punto que hizo más fácil la reflexión posterior, y era que aun simplificando bastante, bola de carne nos queda chico como concepto, al menos en la parte topológica o geométrica, y que es preferible el término toro de carne, ya que así incluimos ese tubo tan querido por todos nosotros. Por simplicidad, al referirme en el futuro al concepto de bola de carne, entenderemos todos naturalmente de qué se trata.

Pero la pregunta sigue. A veces, al hablar de nosotros, nos referimos a esa bola de carne cubierta de piel, y otras, nos referimos a una estructura mayor: una entidad que es separada de la vulgar masa que la sustenta. De hecho, pareciera que ni siquiera vive en el presente. Se proyecta como un cordón hacia una cuarta dimensión, hacia el pasado y el futuro. Esa segunda estructura parece calzar la mayor parte del tiempo con nuestra idea de nosotros. Después de todo, nada hay de elegante en ser un pedazo de materia, ¿cierto?

La visión más elegante del ser humano, un elegante cordón: un gusano toroidal cuatridimensional.

Sin embargo la mayor parte del tiempo actuamos más como bola de carne que como cordón cuatridimensional. La mayoría de nuestras actividades no son elevadas; más bien estamos atados fundamentalmente a nuestras más ridículas necesidades presentes, como comer, beber, dormir, mear y cagar, y un porcentaje importante de nuestro día a día está en función de eso. Mientras hacemos eso, ¿cuál estructura somos?

Nos proyectamos continuamente hacia el pasado y hacia el futuro, añorando y planificando. Pero la realidad ridícula está siempre a la vista y presente: somos tan tridimensionales como podemos serlo. Vivimos a cada momento en el tiempo presente, y además, nuestros pensamientos están intrincados con el funcionamiento de nuestro cuerpo biológico. Pensamos distinto de noche que de día, sobrios de ebrios, con hambre de satisfechos, felices de tristes.

De hecho, toda esa farsa es una propiedad de la carne. Nuestros recuerdos, recuerdos que son la base fundamental de nuestra identidad, identidad que es el principio que nos da el derecho a ser cuatridimensionales y ser uno en toda la extensión temporal, esos recuerdos, son biológicos en su naturaleza. Son, por tanto, presentes siempre y nada hay inmutable en ellos. Nuestro pasado hoy es distinto que mañana, y es también distinto de noche que de día, sobrio de ebrio…

Pero como siempre, hay redención. Quizás la elegancia del gusano toroidal de cuatro dimensiones es la verdadera farsa. Nuestra estructura no es perfecta. Es difusa hacia el pasado, y completamente indeterminada hacia el futuro. La sección presente, el pedazo tridimensional que respira y mea es la vulgar bola de carne. Pero visto en sus cuatro dimensiones aparece su estructura final, la gloriosa cuncuna, con sus miles de pelitos hacia todas direcciones, cada uno el pasado que nunca fuimos y el futuro que nunca seremos.

La verdadera elegancia del ser humano: la majestuosa cuncuna peluda.

Somos potencial puro.